Cuanto más te empeñas en buscar la felicidad en ti mismo, más te angustias
Los profesores de la Universidad de Oviedo Marino Pérez y José Carlos Sánchez desmontan en un libro las falsas promesas de la llamada “psicología positiva”
Hasta las novelas de fantasía dicen más verdades que los libros de autoayuda: “La cuestión es saber quién es el que manda. Eso es todo”, nos recuerda Humpty Dumpty en Alicia en el país de las maravillas. Marino Pérez y José Carlos Sánchez, profesores de psicología en la Universidad de Oviedo, han escrito junto a Edgar Cabanas La vida real en tiempos de felicidad. Crítica de la psicología (y de la ideología) positiva (Alianza Editorial), una exhaustiva demolición de esa felicidad que nos venden los que mandan. Contra el narcisismo y la contemplación del propio ombligo proponen una vida abierta al mundo, comprometida con los desafíos políticos y morales de su tiempo pese a la angustia que ello pueda suponer: “El sufrimiento que merece la pena”, lo llaman ellos.
El Diccionario Oxford ha elegido “tóxico” como palabra de este 2018.
Marino Pérez: Todo lo que no sea positivo se califica de tóxico, un término que se aplica a contextos y relaciones que no se avienen a lo agradable y dulcificado. En un contexto laboral, por ejemplo, sería “tóxico” quien criticase el funcionamiento de la empresa. Es un término que entra dentro de la ideología del “me gusta” como emblema de los tiempos y que reprime las actitudes que no encajan.
José Carlos Sánchez: En el fondo tóxico significa “el que no se aviene”, pero ¿respecto de qué criterios no se aviene? Es un término muy peligroso que es más político que técnico, pues tiene que ver con la conformidad con instituciones y valores que no son explícitamente declarados.
Dicen que la Psicología Positiva (PP) funciona como una ideología que oculta la realidad, ¿qué intenta encubrir este discurso de la felicidad?
JCS: Más que ocultar, promueve una forma de realidad. La PP es la ideología subjetiva del capitalismo neoliberal, es el modo de exigirnos ser sujetos en el capitalismo neoliberal. Lo que oculta es todo lo que está detrás de eso, por ejemplo, la posibilidad de transformar el mundo en lugar de dedicarse a la satisfacción del yo. La obsesión positiva tiene que ver con la autosumisión, pues te pide que hagas tuya la ideología y eso la diferencia de formas anteriores de alienación que no llegaban a invadir completamente la conciencia. Se trata de una tendencia ideológica que pretende conquistar la conciencia; pero también decimos que un sujeto no es alguien que traga con ideologías sin ningún límite. Hay una tensión dialéctica y existen otros enfoques y otras psicologías que discuten esta fuerza dominante.
MP: El título del libro apunta a eso: la vida real en tiempos de felicidad. La felicidad es nuestro referente vital, pero la vida real no la podemos definir precisamente como rebosante de felicidad. Tiene una función ideológica a escala política y también a nivel individual, donde funciona como un autoengaño para no asumir que la vida real tiene sufrimiento, malestar, angustia… El mayor problema de esta ideología es que totaliza a los individuos y genera un nuevo sujeto que incorpora esa servidumbre voluntaria.
¿Y cuánto tiene la PP de pensamiento mágico?
MP: La PP parte de la idea de que el pensamiento tiene el poder de dominar el mundo. En eso se basa la ley de la atracción, según la cual el pensamiento positivo atrae cosas positivas como si fuese un ritual o una acción mágica equivalente a esa expresión de tocar madera. Tal y como está planteado tiene una infalibilidad perversa, pues si tu vida sigue igual de miserable pese a tu actitud positiva la responsabilidad es tuya por no haber sido lo suficientemente positivo.
JC: El fallo del proceso nunca pone en duda la teoría: pase lo que pase, hay que seguir haciendo lo mismo. En España la autoayuda tiene un tono algo más pragmático, pero sí que hay tendencias que se dirigen a un sector creciente de la población al que no le importa romper con la racionalidad.
¿Qué le dirían a quienes anden detrás de técnicas y recetas para alcanzar la “felicidad auténtica”?
JCS: Que cuanto más se empeñe en buscar la felicidad volviéndose sobre sí más se desgasta y más se angustia. Lo que le ofrecen no es una receta clara y fundada en un saber científico, sino que más bien lo conduce a formas de autosumisión en lo político y, en lo personal, a un individualismo penoso y amoral. Vive menos y está menos en el mundo, y eso no es camino de satisfacción o de sentido.
¿Notan que las nuevas generaciones de alumnos estén influidas por la ideología positiva?, ¿ven alguna diferencia entre los estudiantes que llegan ahora a la facultad y los de hace quince o veinte años?
MP: Yo percibo cambios notables. Como estudiantes, creo que las generaciones anteriores tenían más interés en saber sobre psicología y se leía más. Ahora apenas se lee y el saber va en función de los exámenes, es todo mucho más utilitario. Además, observo en los alumnos algo muy curioso que tiene que ver con ese doble aspecto contradictorio del individualismo: por un lado está el aspecto romántico, esa necesidad de expresarse y opinar independientemente de que se tenga algo que decir con cierta solidez; y por el otro lado esos mismos individuos tienen un espíritu muy pragmático, muy competitivo, están muy pendientes de las notas, el currículum, los idiomas…
A mucha gente le extrañará que relacionen tan estrechamente felicidad y política. Díganme, ¿qué tienen de política Mr. Wonderful o Paulo Coelho?
MP: Lo que transmiten es que el mundo está fenomenal y es un supermercado de oportunidades que los individuos, plenamente responsables de sí mismos, deben atraer con su pensamiento positivo.
JCS: Además hay conexiones económicas claras que materializan esta conexión política: el auge repentino de la PP no hubiese sido posible sin el apoyo económico de la Fundación Templeton. En España, Coca Cola montó el Instituto de la Felicidad en cuanto tuvo una oportunidad. ¿Y qué tiene esto de político? Pues decirte que no protestes, que no seas tóxico, que te autorresponsabilices de todo, que nunca mires al pasado, que no establezcas relaciones solidarias con otros, que el sentido de tu vida se realice a través de los proyectos de la empresa…Estas cosas alimentan a los profesionales que gestionan el mundo laboral y son la estructura ideológica de las relaciones laborales.
En política son cada vez más comunes los lemas claramente inspirados en la PP. Son eslóganes que en general gustan a casi toda la ciudadanía pero realmente, ¿cuál es el precio que se paga cuando el debate político adquiere este tono?
JCS: La cuestión es que no tenemos una cultura crítica alternativa capaz de presentarse con otro discurso, y hay que crearla. Asumir este lenguaje me parece una de las grandes muestras de ingenuidad de la izquierda y apunta a un fracaso político. Son muy ingenuos en Podemos cuando adoptan estas formas, claro que son una izquierda con sus peculiaridades, más ligada al populismo del “me gusta” y a la conquista de la emoción. Tenemos una izquierda muy pazguata y buenista que está tardando en reaccionar ante estas cosas y se está dejando llevar. Para nosotros esto es una frustración, porque el libro está claramente decantado por lo que llamamos una democracia social.
MP: Es un discurso contradictorio con su propia historia y es cómplice de lo que se supone que debiera transformar. Nosotros creemos que este discurso que tenemos en el libro merecería ser articulado y defendido dentro de estructuras que tuvieran poder y pretensiones de cambiar algo.
Dicen en el libro que las redes sociales generan malestar psíquico…
MP: A poco que analices cómo funcionan las redes sociales puedes ver que están diseñadas para fomentar el narcisismo, el cultivo de una imagen prefabricada de ti mismo que expones a los demás para captar su admiración por la vía del “me gusta”. Es inherente a las redes la comparación, la reflexividad constante acerca de si eres lo suficientemente feliz y el pensamiento de que los demás son siempre más felices que tú. Las redes sociales te meten en un circuito de falsificación de ti mismo y de envidia que te centrifuga y deriva en depresión, desánimo, ansiedad…Por no hablar de la soledad que generan, una especie de estar solos juntos; de masas solitarias como si fuesen átomos, mónadas; muchos juntos pero todos en su casilla.
Buena parte de su libro está dedicada a las transformaciones que ha vivido el mundo laboral al calor del asentamiento del coaching, la autoayuda y la ética empresarial: ¿Es la PP una forma de legitimar o de hacer moralmente aceptable, incluso deseable, la precariedad laboral?
JCS: No es que de entrada lo hubiese querido, pero sus desarrollos en el ámbito del mundo laboral confluyen con esos intereses. Dicen que el riesgo es bueno, el compromiso absoluto es una experiencia intensa, la empresa es tu espacio de desarrollo personal, si la empresa te despide debes tomarlo como una oportunidad… El enfoque positivo es la correa de transmisión de una posición económica neoliberal.
La PP se presenta como una vía de emancipación individual sin embargo, dicen ustedes, cumple en realidad una función de homogeneización social que “produce individuos felices”, identidades prefabricadas.
MP: Hemos pasado del Superyo del “debo” de la época de Freud al Superyo del “puedo”; de una ley moral de contención a una ley moral que te dice que lo puedes todo si te lo propones. No sé muy bien cuál de los dos es peor…
JCS: Este nuevo Superyo parte de un presupuesto metafísico mientras que el freudiano partía de que existen límites. Hay un paso en el que desaparece el compromiso moral y se radicaliza ese ahondamiento en el yo profundo; se rompe con toda norma y la única norma es la que yo impongo. Eso parece muy profundo pero es de lo más superficial, puesto que en realidad no es más que una ideología que se impone de un modo genérico: ese yo íntimo y profundo es el mismo que el de todos los demás.
Según el informe Index Life del año 2014, Asturias es la tercera comunidad con más infelices de España, después de Cataluña y Galicia. Hay mucho trabajo aquí para psicólogos positivos. ¿Cuál es la implantación de la PP a nivel clínico, académico e institucional en Asturias?
JCS: Ahora la primera es Galicia, y ya salió el presidente a decir que es no que los gallegos sean más infelices, es que son más discretos [Risas]
MP: Mira, yo soy de un pueblo de Tineo y creo que en Asturias y en Galicia existe una profunda cultura de pueblo, que yo todavía tengo inculcada, según la cual está muy mal ir de prepotente cuando las cosas te van bien con el ganado, económicamente o con lo que sea. Yo lo sigo viendo cuando voy a mi pueblo y le preguntas qué tal a la gente y contestan “bien, por el momento”. Forma parte de esa tradición de no exhibir lo feliz que eres y ser modesto, que me gustaría que expresase una cierta resistencia a esta cultura de la felicidad.
JCS: Yo también creo que aquí queda un poso de cultura obrera. En muchos lugares esto está arrasado y los individuos no tienen una raíz, un sentido de pertenencia. Además, tenemos una honda resistencia cultural al individualismo que viene de nuestra religión católica. En las culturas protestantes, que tienden a tener más riqueza material, se suelen declarar niveles más altos de felicidad. A nosotros nos cuesta más prescindir del otro porque nos enseñaron que la salvación depende de tu acción para con Dios y con el prójimo, y eso no está en la tradición protestante.
Empezamos hablando de la palabra de este año y vamos a acabar con la de 2016, que fue posverdad. ¿Es la posverdad la forma natural que tiene el individuo positivo de relacionarse con la realidad, seleccionando de ella los aspectos que refuerzan sus prejuicios y suprimiendo los hechos que las amenacen?
MP: La posverdad es poner los sentimientos y las emociones como criterio de verdad, lo que significa romper con todo diálogo y toda discusión posible. Me parece que este sentimentalismo como criterio de verdad marca muy bien el nivel de los tiempos que vivimos. Creo que la precariedad en la que se mueven nuestras vidas influye en todo esto: no hay un por qué, no hay una verdad estable y duradera porque todo fluye. Tampoco es algo nuevo, recuerda aquello de “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Pues nunca tanto como ahora.
JCS: En un plano psicológico es lo que dice Marino, pero esto hay que contextualizarlo a un nivel estructural. La posverdad es un ejercicio puro y duro del poder que puede imponer una verdad. No hay tantas posverdades como individuos, sino que la posverdad es la que impone el que puede hacer de su voluntad ley. Mira el ejemplo del cambio climático: lo sensato sería hacer caso a los científicos, pero si alguien tiene el poder para negar la evidencia…Es una muestra más del caos de la racionalidad contemporánea.