Influencers de salud mental en redes: ¿sí o no?
Uno de los efectos de la pandemia fue darles carta de ciudadanía a los tratamientos psicológicos por vía remota. No es que antes no existiese la “terapia virtual”, sino que más bien estaba reservada para situaciones excepcionales (pacientes que vivían en el extranjero o en provincias, o para aquellos casos en que la presencialidad era imposible).
Hoy en día, la virtualidad es una posibilidad más; se volvió un recurso disponible, sin que implique una opción de segunda categoría y los profesionales de salud mental la ofrecen como una vía más.
De la misma manera, diversas instituciones en sus espacios de enseñanza hicieron lugar a las conversaciones sobre cómo son los tratamientos a distancia, cuáles son las variables de su dispositivo, efectos y recomendaciones. Antes de la pandemia, nada de esto era común.
Esta modificación en el modo de trabajo va de la mano con una nueva forma de comunicación. En las redes sociales es cada vez más frecuente encontrar perfiles que se dedican a la difusión de contenidos psicológicos, a través de información, consejos o reflexiones. El problema es que no siempre estos contenidos tienen un respaldo o garantía profesional.
De la misma manera que cuando buscamos en Google alguna dolencia o síntoma puede ser que derivemos en una página sin firma que nos aterroriza con diagnósticos, en la virtualidad proliferan los perfiles de no especialistas que utilizan categorías “psi” y describen tipos de personalidad y vínculos, con toda la apariencia de profesionalismo. Incluso puede ser que inviten al lector a tomar una consulta o asesoramiento.
Hace un tiempo leí diversas notas en que nutricionistas planteaban algo semejante a lo que quisiera destacar en este artículo. En las redes vemos que abundan indicaciones alimenticias y dietas que no están supervisadas por personas formadas, cuyo correlato es el peligro que implican para la salud.
Antes de seguir, quisiera aclarar lo siguiente: mi intención no es debatir criterios terapéuticos o retomar la discusión con las llamadas disciplinas alternativas. Mi punto de vista está más bien en situar el problema que implica la información que no parte de investigaciones ni responde a una disciplina. Si las redes sociales se convirtieron en un espacio propicio para la divulgación, podría ser bueno pensar el alcance que puede tener respecto de opiniones que se proponen como conocimientos, pero no lo son.
Seguramente haya más aristas que las que mencionaré, no seré exhaustivo, mi fin es ejemplificar a lo que me refiero. Podría decir que hay tres grandes líneas en que estos pseudosaberes se expresan:
La primera: difunden afirmaciones acerca de cómo debería ser una relación “sana”, cuyo principal problema es que se basan en una perspectiva individualista que reniega del conflicto que implica todo vínculo. Así es que pueden sostener que el amor es “verdadero” si el otro nos da lo que necesitamos.
También, construyen versiones del “otro malo” ante la decepción, que justifican a quien sufre sin habilitar ninguna orientación basada en el duelo o la perspectiva crítica dentro de una relación. Si sufrimos, es por el otro y el problema de esta orientación es que sitúa a quien padece en una posición extremadamente pasiva. Sin duda padecer es un acto de pasividad, pero un proceso terapéutico es tal si valida el sufrimiento –que no es igual a justificarlo– para que quien sufre pueda hacer algo con su modo de sufrir.
Y por último, utilizan esquemas de razonamiento que suelen ser causal-deterministas, que no suelen valer para el ámbito psíquico. Así es que si algo nos ocurrió es “porque” había algún tipo de destinación o regla del universo. Por esta vía es que la inquietud personal se desplaza hacia la respuesta cosmológica.
En relación con este último punto, seré más explícito: es posible que mis elecciones amorosas estén condicionadas por factores familiares y vivencias de otro tiempo, pero lo condicionado no deja de hacerle lugar a la pregunta que alguien pueda hacerse por lo que vivió; es decir, la determinación no es un determinismo.
No me detengo demasiado en estos puntos porque cada uno de ellos podría dar lugar a un profundo debate. Lo dejo para otra ocasión. Sí me interesa subrayar el tipo de sujeto que suponen estas aproximaciones: uno infantilizado, al que se le pide que se reconozca como frágil y expuesto siempre al engaño. Este tipo de consejos virtuales rápidamente consolidan una visión defensiva del lazo con otro, que no apunta a que la persona pueda reconocer su vulnerabilidad y eventualmente desarrollarla, sino a que se quede con un marco explicativo que le sirva para futuras ocasiones.
El sujeto de esta suerte de autoayuda “psi” debe ser prevenido, escapar de malas relaciones, hacerse fuerte para que nadie le haga daño, etc., como si no se advirtiera la contradicción que implica este tipo de información: antes que rescatar al sujeto, lo hace lo suficientemente débil como para que consuma ese tipo de saberes conformistas.
Es un misterio el motivo por el que alguien puede elegir pensarse a sí mismo desde este punto de vista. Sin embargo, no era una explicación del tipo de subjetividad que crean las redes (dependiente y temerosa) el tema de este artículo.
Sí quisiera, para concluir, proponer algunas consideraciones que pueden serle útil al lector y usuario habitual de redes, que alguna vez creyó estar informándose y, luego, se encontró con el riesgo psíquico de estas cosmovisiones. Por un lado, creo que es importante chequear que el perfil del que provienen, para tener en cuenta si acredita un título de grado o posgrado, tanto como un número de matrícula; por otro lado, situar si las reflexiones se acompañan de referencias bibliográficas o discusiones que remitan a campos de investigación; por último, si en caso de ofrecer un servicio lo hacen de modo explícito o con eufemismos (por ejemplo, en lugar de decir “turnos” pueden decir “reuniones”) que remedan el ejercicio de una profesión, pero sin habilitación.
Hoy en día, ya no somos simples visitantes de la virtualidad. Esta última crea una parte de nuestra realidad y, por lo tanto, reflexionar sobre su impacto en el psiquismo (a través de los contenidos en redes) es una manera de pensar qué ideas de sujeto y de lazo vamos a vivir: si un sujeto hiperindividualizado y proyectivo (segregativo del otro), o uno que se reconozca en los conflictos y tensiones propias de la vida en común, dado a crecer y enriquecerse a través de la experiencia.
*Psicoanalista y doctor en Filosofía.
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