Insultar también es agresividad: cómo evitar que nos agredan verbalmente
Insultar es la consecuencia de la incapacidad de la persona para mantener un autocontrol suficiente como para poder expresar lo que siente de manera adecuada
Por Vicente Prieto
Insultar es la consecuencia de la incapacidad de la persona para mantener un autocontrol suficiente como para poder expresar lo que siente, su opinión, su punto de vista, de una manera adecuada. Insultamos convencidos de que es el otro el que tiene la culpa, el que me ha provocado, el que hace las cosas mal, el que me ha decepcionado. Esto es tirar balones fuera, no asumir la responsabilidad de que la percepción que tenemos de la situación que nos cabrea, la gestión de esa información, lo que sentimos y la reacción que manifestamos, únicamente es responsabilidad del que insulta. En definitiva, no nos cabrean, sino que nos cabreamos. No estamos predeterminados para sentir ira y reaccionar de manera desmedida, podemos aprender a gestionar todo tipo de emociones ante las situaciones familiares, sociales, laborales.
La RAE nos dice que insultar significa ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones. No existe el insulto cariñoso, no se insulta sin intención de dañar ni para que el otro aprenda. La falta de respeto, la autoexigencia desmedida hacia el otro, la rigidez de que las cosas son correctas únicamente como las veo yo, la falta de empatía, la inseguridad para manejar la situación que nos empieza a incomodar, la manipulación desde el temor para que el otro haga o sienta o piense como nosotros, facilita que el hábito de insultar se va instaurando en nuestra forma de entender las situaciones cotidianas y el insulto empieza a ser una herramienta que utilizamos con la intención de debilitar la autoestima de la persona que tenemos enfrente.
Insultar a la pareja es agresividad, insultar a un hijo es agresividad, insultar a un compañero, a una persona a la que supervisas, al árbitro, al jugador o al aficionado del equipo contrario, es agresividad. No hay justificación, es agresividad y por supuesto, maltrato psicológico. Pedir perdón posteriormente no mejora el daño en la autoestima de la persona víctima de este maltrato. Pedir perdón no soluciona nada, lo que realmente es útil es que ya no se de esa manifestación de reacciones desmedidas, irracionales, aprendiendo a tener mayor capacidad de autocontrol y un respeto exquisito hacia los demás.
Para prevenir estas reacciones desmedidas en forma de ira, insultos, gritos, gestos de desprecio, es importante que enseñemos a los más jóvenes a convivir con la discrepancia, “mi punto de vista no es el único posible, ni el mejor”. Contrasta lo que piensas, sientes, escucha al otro, seguro que te aportará cosas distintas. También es aconsejable que aprendan a tener más control de los impulsos, pensar antes de actuar, pensar en las consecuencias que va a tener su comportamiento. Intentar que no entren en una dinámica de rigidez cognitiva, es decir que no perciban las situaciones como “o todo o nada” o “gano o pierdo”, pensar en más alternativas. Tienen que aprender a tolerar más y de mejor manera la frustración cuando las cosas no salen como uno quiere, intentar siempre tener al menos un plan alternativo, un plan “B”, o “C”, o los que haga falta para reconocer que las cosas son como son y no como él las ve únicamente. Y sobre todo, es imprescindible aprender a expresar emociones, sin juzgar sino describiendo con claridad cómo me siento ante determinadas situaciones dentro de un estilo asertivo y empático. Por ejemplo: supongamos que tenemos que decirle a un familiar que su forma de decir las cosas le molesta porque le grita y le insulta. En este caso y en otros muchos, seguiremos la pauta siguiente:
- Describo la situación que me molesta: “Juan cuando revisamos las tareas de estudios observo que elevas la voz y con frecuencia me dices cosas como que soy un inútil, que no me entero, que soy un negado para los estudios”
- Expresa tu emoción: “Tu comportamiento me hace sentir mal, me molesta lo que me dices y cómo me lo dices”
- Empatiza: “Entiendo que no lo haces con intención, que te pueda sentar mal que me equivoque”.
- Alternativa de solución: “Te pido que modifiques tu forma de relacionarte conmigo cuando estamos haciendo las tareas de estudio”.
Para gestionar bien la emoción de la ira sigue los siguientes pasos y recuerda que lo importante es practicar, practicar y practicar:
- Escucha a tu cuerpo. Si empiezas a estar tenso es la señal para no dejarte llevar por lo que sientes sino por tu objetivo. Respira profundamente tres veces, relájate y si es necesario te ausentas cinco minutos para pensar en la respuesta que no reacción que vas a dar.
- Plantéate un objetivo útil en esa situación que te incomoda. Céntrate en lo que vas a hacer y no en cómo te sientes. “He decidido no continuar la conversación, he decidido no entrar al trapo, he decidido darle mi opinión y no voy a insistir más.
- Dirige tus pensamientos hacia la solución de la situación, no juzgues al otro, intenta comprenderle, aunque no estés de acuerdo. Céntrate en tu respuesta y no en que el otro tiene la culpa o en lo que ha dicho o hecho.
- Expresa tu crítica de manera asertiva, respetando al otro.
- Relativiza la importancia de la situación.
Asumir la responsabilidad de tus comportamientos es el primer paso para controlar la ira, respeta a los demás e intenta aportar cosas útiles y no destructivas. Y, sobre todo no insultes, dice muy poco de ti mismo.
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