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LOS VÍNCULOS Y EL APEGO

“Puedes darles tu amor, pero no tus ideas,

porque ellos tienen sus propias ideas.

Puedes alojar sus cuerpos, pero no sus almas,

porque sus almas moran en la casa del mañana,

y tú no puedes visitarla ni en sueños.”

Kahlil Gibran

José María Pemán decía: «Un hijo es una pregunta que le hacemos al destino». Una pregunta que lanzamos, pero que no podemos responder nosotros. Siguiendo el símil, los padres somos arqueros lanzando la flecha, pero no somos ni la flecha ni el destino de la flecha. La misión de la flecha es viajar hasta encontrar su diana y no quedarnos en el arco, porque perdería su esencia. Los arqueros deben estar preparados para desprenderse de su flecha. su misión es lanzarla al infinito, darle fuerza y saber decirle: adiós y ¡buen viaje!

Vivir es vincularse

Las bases de cómo  nos relacionaremos en el futuro se colocan desde muy temprano. Los niños muy pequeños pueden forjar tres tipos de vínculos emocionales:

  • Vínculo seguro: se entristecen cuando hay una separación pero, cuando su figura de vínculo regresa, buscan proximidad y pueden ser consolados.
  • Vínculo ambivalente: cuando regresa al lado de su figura de vínculo buscan su proximidad, pero no quieren ser consolados.
  • Vínculo evitativo: no realiza ningún tipo de esfuerzo para relacionarse después de un separación, e incluso la rehúyen.

Los niños con una vinculación segura muestran tanto las emociones positivas como las “negativas”, los ambivalentes tienden a experimentar más emociones “negativas” que positivas, y los evitativos muestran pocas emociones de cualquier tipo.

En función de cómo desarrollemos nuestro rol de padres y de cómo manejemos nuestras propias emociones, fomentaremos uno y otro tipo de relación. Cuando se tejen vínculos afectivos seguros los niños pueden crecer y expandirse y atreverse a explorar, en lugar de replegarse y evitar relacionarse para no tener que enfrentarse a los conflictos y al caos emocional.

Revisión de la teoría del apego y sus implicaciones en la construcción personal

La teoría del apego o vínculo afectivo que se establece entre madre e hijo constituye una de las construcciones más sólidas dentro del campo del desarrollo socioemocional. Desde sus planteamientos iniciales a finales de los 50, ha experimentado importantes modificaciones que le han dado una solidez considerable.

Bowlby  planteó que la conducta instintiva no es una pauta fija de comportamiento que se reproduce siempre de la misma forma ante una determinada estimulación, sino un plan programado con corrección de objetivos en función de la retroalimentación, que se adapta, modificándose, a las condiciones ambientales. Su modelo se basaba en la existencia de cuatro sistemas de conductas relacionadas entre sí: sistema de conductas de apego, sistema de exploración, sistema de miedo a los extraños, sistema afiliativo.

Desde entonces, ha habido muchas investigaciones posteriores.

El tipo de vínculo que los niños establecen con sus padres depende fundamentalmente de la sensibilidad y capacidad de respuesta del adulto con respecto a las necesidades del bebé. Para Bowlby el modelo interno activo es una representación mental de sí mismo y de las relaciones con los otros, y este modelo se va a construir a partir de las relaciones de apego y va a servir al sujeto para percibir e interpretar las acciones e intenciones de los demás y para dirigir su propia conducta.

Modelo de prototipos de Bartholomew y Horowitz (1991)

Los autores combinan dos dimensiones con cuatro categorías, de lo que resultan cuatro estilos de apego adulto:

  • El sujeto seguro: sentimiento positivo de autovalía y la expectativa de que los o otros le aceptarán y serán de fiar.
  • El preocupado: sensación de desconfianza acompañada de una visión positiva de los demás; resultado persona ansiosa buscando aprobación constante.
  • El temeroso: sensación de desconfianza y espera que los demás no sean de fiar y no le acepten. Resultado persona ansiosa evitativa, que desea relacionarse, pero lo evita por miedo al rechazo.
  • El rechazante: sentido positivo defensivo de sí mismo, espera que los demás sean poco fiables, encuentra las relaciones íntimas amenazantes y por lo tanto, evita y niega la necesidad de intimidad.

George, Kaplan y Main diseñaron un cuestionario que sirve para evaluar el modelo interno activo de las personas adultas:

  • Padres seguros autónomos (no idealizan y recuerdan con ira a sus padres, recuerdos coherentes) suelen mostrarse sensibles y afectuosos en relaciones con hijos.
  • Padres preocupados (agobiados y confundidos acerca de relación con padres, mucha emoción, recuerdos inconsistentes y contradictorios): preocupados por su competencia social, interacciones confusas y caóticas con hijos, son poco responsivos e interfieren con la conducta exploratoria de hijos.
  • Padres rechazados (quitan importancia a relaciones infantiles de apego y tienden a idealizar a padres, recuerdos incoherentes y contradictorios): fríos y a veces rechazantes en relaciones con hijos.
  • Padres no resueltos: características de los tres grupos anteriores.

Transmisión intergeneracional de la seguridad en el apego

Hay una transmisión intergeneracional del tipo de apego entre padres e hijos, que tendría lugar a través de los modelos internos activos construidos durante la infancia y reelaborados posteriormente.

La capacidad predictiva que las representaciones maternas tienen sobre el tipo de apego que estableces sus hijos ronda el 80%.

Es la calidad de los cuidados que se ofrecen al niño lo que parece que determinará la seguridad del apego. Cuando los cuidados son adecuados, y cuando permiten que el niño disponga de tiempo para interactuar con unos padres que viven sin ansiedad, es muy probable que no surjan problemas emocionales.