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Integrar lo femenino y lo masculino

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Hoy parece ser tan difícil vivir, vivir bien; más parece que estuviéramos sobreviviendo sin mucha conciencia de lo que nos pasa, de lo que sentimos y, algo peor, tampoco sabemos hacia dónde vamos. Nos estamos matando en el intento por satisfacer todo lo que se espera de todos. No sabemos qué se espera del ser hombre y del ser mujer. Pero no estaría nada de mal que no podamos hacerlo todo, que advirtiéramos que tenemos una esencia que respetar, un alma que cuidar.

Soltar y retener parecen ser la clave: soltar lo que nos hace poco libres y nos hace daño, y retener y cuidar lo importante: los afectos. Tememos ser nosotros mismos, quizás porque ni siquiera sabemos cómo somos; no hay tiempo para descubrirse, para descubrir nuestras partes femeninas y nuestras partes masculinas, para poder elegir libre y reflexivamente cuándo usaremos alguna de ellas en pos de la unidad, pues eso somos: una unidad mágica y real que está ahí siempre dispuesta para nuestro desarrollo más pleno.

Después de todo es tan fácil ser feliz y tan difícil también; es un camino que comienza en la decisión diaria de quedarnos con lo bueno o con lo malo que nos ocurra. Saldré de mi casa esperando que la vida se me brinde o yo me brindaré a la vida para hacer lo que vinimos a hacer a este mundo. Uno de los aspectos que más me gustaría dejar grabado en sus corazones es el que tiene que ver con aprender a valorar el dolor como una oportunidad de crecimiento, de potenciar nuestros dones y talentos. Debemos perderle el miedo a sufrir, a descubrir. Esta sociedad nos tiene convencidos —sociedad que por lo demás construimos nosotros mismos— de que la felicidad está fuera, está en adquirir, está en el vértigo de la intensidad y la rapidez, en la evitación del dolor y de las verdades. Todo esto nos hace huir y si huimos de nosotros mismos muy difícilmente podremos educar a nuestros hijos.

A las mujeres debo pedirles que, por favor, DESPIERTEN, pues este sueño nos está llevando a perder nuestra esencia femenina. Se nos olvidó ser mujeres, se nos está olvidando la ternura, acoger, recibir; se nos está olvidando que más que estar orgullosas de ser mujeres por los logros que hemos obtenido debiéramos estarlo de la posibilidad maravillosa de que la vida pase a través de nosotras, porque somos tierra fecunda para amar y para conectar al mundo masculino —el de los objetivos y los logros— con la maravilla de los procesos, de los afectos.

Respetemos nuestra naturaleza biológica; que la menstruación no sea sinónimo de enfermedad, de mal, de problema. Si no cambiamos eso difícilmente podremos educar a nuestros hijos e hijas en la maravilla de la maternidad y en la suavidad que implica la palabra MUJER.

Y esto nada tiene que ver con que no busquemos logros, objetivos; que no aprendamos de lo masculino a separar las cosas, a brindarnos tiempos personales y a entender que la felicidad no viene desde fuera ni depende de un «alguien» sino que se forma en nuestro interior y depende de nosotras mismas.

Volvamos a hacer cariño, a tocar. (El ochenta por ciento de las mujeres de la investigación reconocieron tocar menos a sus hijos y un porcentaje parecido ocurría con otras manifestaciones como decir «te quiero», preguntar si se es feliz o no.) Que la lucha cotidiana, que el tratar de sobrevivir en la jungla masculina no nos permita olvidar que la fuerza que mueve el universo es FEMENINA, es fuego, es tierra, es MUJER.

Recuperemos la sabiduría de la machi, de la bruja intuitiva que todas llevamos dentro. Que predomine el sentir por sobre el pensar, la maravilla de la humildad, del perdón como camino de encuentro. No eduquemos a nuestros hijos en el orgullo ni les hagamos creer que ésa es la forma de ser queridos y respetados. Expresemos lo que sentimos conectadas con la fuerza de la naturaleza que vive los mismos ciclos que nosotras. No puede ser una mera casualidad el que las mujeres de nuestro país se estén enfermando de todos sus órganos femeninos, algo así como si le diéramos balazos justo a la parte de nosotras mismas que no estamos considerando. Si es verdad que el cuerpo se enferma después de que se enferma el alma, mal podremos mantenernos sanas, pues si no estamos entrenadas ni tenemos tiempo para escuchar el alma, el cuerpo se hará cargo de emitir señales que sí sepamos reconocer. Pero no se trata sólo de que las mujeres nos enfermemos de nuestros órganos femeninos, sino de todas las enfermedades y consecuencias que puede tener para hombres y mujeres el que enseñemos que es más válido que un niño diga que no da la prueba porque tiene fiebre a que diga que tiene pena porque sus papas se separaron la noche anterior.

Ustedes, varones, aprendan a retener, a cuidarnos, a desarrollar plenamente su masculinidad junto con los afectos. Sigan trabajando por los objetivos y por lograr metas, así el mundo avanza; enséñennos a dar vuelta las páginas rápido y nosotras les daremos profundidad y sentido a las experiencias que viven. No dejen de decir lo que sienten en todo momento, necesitamos escucharlos, eso nos hace sentirnos queridas y necesitadas, aspecto que mueve nuestra identidad más profunda.

A todos los que se dieron el tiempo y el espacio para leer estas páginas, de todo corazón mis agradecimientos por compartir mi vida y mis dolores, ya que todo lo que aquí planteo ha sido un camino personal antes que profesional. He caminado por el dolor varias veces, en ocasiones generado por mí misma, por mis pensamientos mágicos, por mi dificultad para soltar y por estar orientada hacia los otros y con mucha dificultad darme tiempo para mí. Ha sido un camino difícil, pero hermoso, y estoy agradecida de cada lágrima y de cada equivocación, porque de todas ellas aprendí lo que hoy con humildad he traspasado a estas páginas y con las que pretendo haber llegado a sus corazones y no a sus cabezas.

Me gustaría que este libro sirviera para que hombres, mujeres, jóvenes y adolescentes puedan revisar sus vidas y las mejoren como crean que deben hacerlo, pero, ojalá, sin olvidar que AMAR Y AMAR BIEN parece ser la única forma de alcanzar la felicidad …/…

Extracto del libro «¡Viva la diferencia! Complementa tus facetas femenina y masculina y sé feliz», de Pilar Sordo.